sábado, 18 de diciembre de 2010

ROH WORKSHOP (esp): 22-26 NOV 2010, LONDRES

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Vine a Londres porque me dijeron que acá … habría en la Royal Opera House (ROH) una sesión de desarrollo (development session) de la ópera en proceso de Stephen McNeff (http://www.stephenmcneff.co.uk/ ) sobre Pedro Páramo. Como ya comenté en estas páginas, me invitaron como asesora artística. Primera que nada, un enorme agradecimiento a la Anglo-Mexican Foundation, cuyo apoyo hizo posible mi viaje.

En cuatro días de ensayos con directores escénico y de orquesta, cinco cantantes montaron siete escenas de esta nueva ópera de McNeff. Los primeros tres días son sólo con reducción de piano y repetiteur; el tercer día llegan guitarrista, violonchelista y una joven que asombrosamente triplica en clarinete, clarinete bajo y saxofón soprano. Helo aquí una especie de invernadero, en que los elementos esenciales son –aparte del suelo primordial de una buena partitura– compromiso, cariño, destreza y una pizca de suerte. Sigo maravillada por cuánto se puede hacer en tan poco tiempo. Y fíjese que no estamos hablando de otro montaje de Don Giovanni o de Bohème sino de música completamente nueva --hermosísima, claro está, pero completamente nueva.

La semilla de que ha brotado este árbol se arraigó hace cinco años, cuando yo pedí a McNeff una pieza para Rumor de Páramo, proyecto de encargos en homenaje al magno escritor –y fotógrafo– mexicano Juan Rulfo; de que yo soy la intérprete y titular. En aquel entonces, McNeff nada sabía ni de Rulfo ni de su icónica novela Pedro Páramo. En el transcurso de componer la hermosa Pavana –a la usanza antigua– para doña Susanita, quedó perdidamente fascinado por Rulfo, y decidió que quisiera componer una ópera de cámara sobre Pedro Páramo. Hace eso de año y medio su editorial –Peters Editions– consiguió el permiso preliminar de Balcells en Barcelona … y luego silencio. En mayo de este año Stephen me escribió con la excelente noticia de que la ROH le había otorgado una sesión de desarrollo, y me invita a venir como asesora artística.

Durante estos cuatro días de ensayos, veo cada uno de los participantes tangiblemente encariñándose con estas siete escenas, hasta tal grado que aún antes de la presentación la tarde del viernes tiene una fuerza emocional que me quita el aliento, me lleva al borde de las lágrimas. McNeff habla numerosas veces de lo afortunado que es, de tener músicos de este nivel para el Taller. Para mí lo cierto es que su partitura ampliamente merece el nivel de estos intérpretes.

El director de escena es John Lloyd Davies, el jefe de desarrollo de ópera (director of Opera Development) de la ROH, con notable compromiso y entrega además de buen humor; un sumo profesional.

Se ha traído a Matthias Janser desde Barcelona, como director técnico. Como los mejores de su tribu desprende una asombrosa tranquilidad. Se mueve casi invisiblemente entre los participantes, arreglando una lámpara aquí y una piedra allá, tomando notas en su cuaderno. A la hora de la presentación está a la mesa de control de iluminación y todo marcha perfectamente a tiempo.

Es el miércoles cuando empiezo a sentirlo, cuando ensayan la escena entre Eduviges Dyada y Juan Preciado. Hay un momento en que Dolores, repentinamente muy agudo, canta “We were the best of friends (eramos muy amigas)”, con ese color bruñido que la mezzo puede tener en su región aguda … y me doy cuenta de que ya hemos entrado en otro territorio, lo de estar apasionada por la música que estás cantando y de poder soltarlo todo. Antes hubo el talachear, con la frialdad casi total que éste te exige: “todos los canales puestos en recibir” como yo lo suelo pensar. Tienes que adentrarte en la música con toda la abertura y destreza de que eres capaz y con cierta neutralidad, necesaria para tener muy presente la partitura. Y después lo empiezas a hacer tuya, después de entrar tanto en la música tú, la música empieza a entrar en ti y comienza esa extraordinaria alquimia que es la interpretación. Que es cómo se nos revela la música.

MI PARTICIPACIÓN … No vengo con una idea fija de lo que sería útil o inspirador: me pareció incluso un poco arrogante llegar en plan de instruir. Intenté, más bien, dar contexto a los esfuerzos ya encaminados, en el mismo sentido que Lettvin alguna vez me mostró los “Cuadros negros” de Goya para ayudarme a profundizar en el movimiento lento de una sonata de Emmanuel Bach.

Hablo, pues, un poco de los años de conflicto en México desde la Independencia y de los otros años más de conflicto sangriento y fratricida después de la Revolución; y de cómo Rulfo había experimentado éste en carne propia. Y brevemente del contexto literario. En mi tiempo con Rumor me adentré más que un poco en ese aspecto. Describo como al inicio hubo algunos que quisieron etiquetar a Rulfo como otro autor “regionalista”. Al poco rato quedó muy claro que escribe de temas fundamentales del ser humano –el hambre y el hambre del poder, la búsqueda del padre, el amor y la muerte. Lo hace de tal manera que lo que empieza firmemente arraigado en esa tierra jalisciense se convierte en algo universal.

Y digo que para mí, parte de lo que le otorga universalidad a esta novela es que, dentro de este despiadado retrato de Pedro Páramo, se pinta el amor que Pedro tiene para Susana San Juan, la única cosa que en su vida ha amado, la única que no puede poseer.


ESAS IMÁGENES … Cargué, de México a Londres, con ese gran libro de la fotografía de Rulfo, igual de elocuente como su escritura. ( Juan Rulfo’s México: Editado en inglés por Smithsonian Institution Press; en español [El México de Juan Rulfo] por Lunwerg Editores, Barcelona … ¡Gracias AJ y Jenny!). Les mostré esas imágenes, tal como Lettvin me enseñó Goya.

¿Si no conoces a México cómo vas a saber de esos paisajes, de esas caras, de esos pueblos abandonados? Todo lo que sabes vendrá de los noticieros: cabezas rodando por las calles, narco, corrupción, mendacidad, ineptitud. Supongo que si viniera con alguna idea fija, fue que quisiera comunicar contundentemente que lo que sí tenemos en México es nuestra historia y cultura milenarias, desde el caciquismo hasta lo sublime de nuestro patrimonio musical y literario – incluyendo lo actual.

ESAS PALABRAS … Leo el inicio de Pedro Páramo, en palabras de Rulfo; y después en inglés, en la maravillosa traducción de Margaret Sayers Peden.

No sé por qué razón –salvo que me parece muy emblemático de Rulfo y de su materia prima, y que siempre me conmueven mucho– leo también los primeres dos párrafos de Nos han dado la tierra de El llano en llamas; y los traduzco yo.

No hay música como la de estas palabras.

¡… Y ESOS CANTANTES! Mary Plazas, reconocida soprano radicada en Inglaterra de ascendencia español-portuguesa: Dolores Preciado http://www.owenwhitemanagement.com/sopranos/Mary-Plazas/
Claire McCaldin, mezzosoprano: Eduviges Dyada http://www.claremccaldin.com/
Nicholas Sharratt, tenor: Juan Preciado http://www.nicholas-sharratt.com/
Michael Burke, barítono: Abundio y Fulgor Sedano http://oclassical.com/artist/6943
Owen Gilhooly, barítono: Pedro Páramo http://www.owengilhooly.com/

El director de orquesta Domenic Wheeler, una maravilla de buen humor, paciencia y claridad. http://www.operauk.com/wheeler.html

Todos con una afinación y dicción impecables, de no mencionar su lectura a primera vista, que es asombrosa. Son experimentados intérpretes de música nueva, amén del repertorio tradicional. Interpretan con regularidad con la ENO (English National Opera), entre otras compañías. No obstante, todos se caracterizan por su intuición, curiosidad y abertura.

Y todos, no quiero olvidarlo, con una magnífica presencia escénica. Me conmueve ver cómo, en el transcurso de estos pocos días, cada uno se convierte verdaderamente en el personaje que representa. Stephen me comenta que esto ha de deberse a la riquísima tradición teatral inglesa; además, claro, de una formación de altísimo nivel. El joven irlandés Gilhooly ES el cacique Pedro Páramo, irradiando espantosa brutalidad y cinismo.

LA PRESENTACIÓN, EL VIERNES 26…

Escenificación: al centro de un pequeño laberinto de cuerda gruesa, unas casas hechas de cajas de zapato pintadas. Esparramadas entre el laberinto, unas piedras blancas. La casita del centro tenuemente iluminada por un foquito dentro. Uno que otro baúl. Colgados arriba, unos viejos y amarillentos papeles, y dos jaulitas de pájaros. Vestuario de lo más sencillo: para los tres hombres, efectivamente pantalón y camisa, y para las dos mujeres faldas largas de manta más unas telas que hicieron las veces de rebozos.

La presentación de las siete escenas es un rotundo éxito. De la vibra no se puede equivocar: el público queda hechizado tanto por letra y música como por el altísimo nivel de interpretación que hace de esta nueva ópera en proceso una realidad tangible. La carga emotiva de estos 35 minutos es simplemente enorme.

Después de la presentación el viernes, Stephen habla brevemente de la génesis de su ópera. En la sesión de preguntas y repuestas que sigue, alguien me pregunta si hay algo particularmente mexicano en Pedro Páramo. Pienso un momento y respondo, Pues sí, hay muchos elementos – pero uno que a mi ver es muy significativo es un concepto absolutamente peculiar a México: que la muerte es parte de la vida. Hace un par de semanas todos los pueblos de México, y la mayoría de las casas, tenían puestos sus altares y ofrendas. En los espacios públicos hay altares enormes, que pueden ocupar buena parte de una plaza entera; con pétalos de flores, semillas y arena de varios colores que significan toda una compleja iconografía. Los altares hogareños suelen ser más caseros, y muy personales. Si al difunto le gustó la Tecate, allí se encontrará su lata de esa chela, junto con un poco de su antojo favorito, por ejemplo. Nada de morboso: es más bien una celebración.

Me miran todos con la boca abierta.

Después de la presentación sucede que cambio unas palabras con la joven que toca clarinetes y saxofón soprano. Me dice algo de qué chido que estoy ahí y yo le felicito por cómo tocó. Y luego comenta cuánto le ha gustado la música. “Me fascina, dice. Sabes cómo hay algunas obras de música nueva y dices ‘Bueno, será una sola vez que lo toco y no tengo nada de ganas de volverla a tocar.’ Pero ÉSTA, me da ganas de tocarla muchas veces. ¡Qué placer!” Yo le digo, “Pues lo debes decir al compositor, ¿no?” y me responde, ruborizando, “’Nombre, es alguien muy famoso y no lo quiero molestar con mi pobre opinión” – o algo por el estilo. Le animo a que lo haga, diciendo, “Hazte cuenta que incluso a un compositor famoso le resulta muy placentero recibir este tipo de retroalimentación positiva, sobre todo cuando viene de un joven músico – en cierto sentido significa que su música tiene futuro, ¿no crees?” Esa noche comento esta conversación con Stephen y sonríe … en los hechos la joven no se armó de agallas para decirle algo ¡y de veras él estuvo muy complacido!

Después de mi regreso, hace dos días, estuve describiendo este viaje a una muy querida amiga –quien además de gran poeta, es alguien con quien he colaborado extensamente. Comenté, con algo de ironía, “Así que fui yo allá, la media mexicana, en representación de México”. Pensó un momento y luego me dijo, con mucha fuerza y mucha ternura, “Ya no hables de ser mitad y mitad. Eres entera. Enteramente de allá por tu madre y enteramente mexicana por tu padre.”

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